Por Manuel Fernández (@Mfer_89, desde Chelsea Proving Grounds, Michigan)
Desde un comienzo, la fórmula parece la ideal: mezclar el diseño y carácter italiano con la confiabilidad y funcionalidad japonesa. Suena a cliché pero a estas alturas sirve el comentario porque muchos parecen no enterarse aún que el nuevo 124 se basa en la cuarta generación del Mazda MX-5 (ND) y, de hecho, proviene de la planta que la casa japonesa tiene en Hiroshima.
Esta inesperada alianza, en todo caso, va mucho más allá del badge engineering que caracterizó a los estadounidenses durante muchos años, pues el Fiat además de sus voladizos más prominentes y un interior con dos o tres modificaciones, también reemplaza el gran 2.0 aspirado del Miata con un 1.4 turbocargado de su familia MultiAir (160 caballos, 250 Nm). El peso final es un poco mayor y medidas como la distancia entre ejes y las vías en ambos ejes son idénticas.
Desde el puesto de conducción se repite mucho del Mazda y solo hay que prever una trompa un poco más larga. La excelente postura de mando es idéntica a pesar de unos asientos que podrían soportar mejor la espalda y un volante que se ajusta solo en altura, mientras el techo se pliega en tres segundos o poco más usando solo un brazo y por medio de un bien diseñado mecanismo.
Nos fuimos sin dudarlo por una unidad con caja manual y también se mantiene del Mazda esa palanca de casi perfecta precisión y retroalimentación, con esos cortos recorridos, ese tacto mecánico y el complemento de un embrague que no nos pide levantar demasiado el pie.
Llegan las curvas y de nuevo está la obvia referencia al nipón: mucho balanceo y un comportamiento predecible, con una trasera de suaves deslizamientos al liberar presión sobre el acelerador de querer redondear la trayectoria en pleno giro, una dirección eléctrica rápida y apenas lo suficientemente comunicativa y un freno firme. Pese a los amplios movimientos de carrocería da mucha seguridad y es fácil gozarse este pequeño roadster.
La historia sigue siendo igual hasta que llegamos al motor. El 1.4 no tiene esa elasticidad y progresividad casi impecable del muy pulido dos litros aspirado, sino que agrega un poco de carácter que no convierte al Fiat en un ejemplo de suavidad de respuesta pero sí en una máquina que recupera el ritmo con mucha más facilidad en marchas largas y provee una aceleración un poco más contundente cortesía de la carga plena del turbo a medio régimen.
Todo parece muy predecible con el 124, aunque basta con bajamos del Spider convencional y subirnos al Abarth. Son solo cuatro caballos más pero entre el escándalo de la válvula de alivio, la tonada más rasposa del motor gracias al escape más grueso y una electrónica que lo hace sentirse más vivo al provocarlo con el pedal derecho, pareciera que la ganancia fuera mayor.
Un 124 “normal” se siente apto para salir a pasear, usarlo a diario y disfrutar de la conducción ocasionalmente. El Abarth se inclina hacia un conductor más radical y así lo deja saber una suspensión que limita mucho más las inercias, vira más plano y tiende a reaccionar al límite con más agilidad y agresividad, con cambios de apoyo más rápidos y la posibilidad de anular la electrónica para salir de lado a punta de acelerador con relativa facilidad, como si hubiera mucho más torque del que realmente se genera bajo el cofre.
No es que el 124 Spider sea aburrido en sí, pero las probabilidades de divertirse en el Abarth son mucho mayores para aquellos que en realidad sí valoran el manejo en un auto. Y si lo ponemos al lado de un Abarth 500, puede que la propulsión implique que sea más difícil de conducir rápido, pero dinámicamente es superior si pensamos en un turbolag menos acusado o una dirección mucho más natural en su tacto al trazar.
Ninguno está previsto para llegar a México, con todo y el potencial de impulsar la imagen local de Fiat más allá del icónico pero ya no tan novedoso 500 en sus múltiples configuraciones. Ojalá se animen.