Por José Virgilio Ordaz.
En un mundo donde los autos generalistas son cada vez más sensatos, los Premium más ostentosos y el diseño más corporativo, los autos imposibles que no sean meros ejercicios de exceso, sino ensoñaciones libres de preconcepciones, a veces parecen destinados al olvido.
Sin embargo General Motors, a través de su filial Chevrolet, nos presenta un concepto que de cierta forma parecería ser plausible en digamos tres o cuatro décadas, al menos en la parte infantil que pervive en nuestra mente.
El vehículo eléctrico de conducción autónoma denominado FNR Autonomous no pasará desapercibido por su forma general de cápsula aerodinámica, profusión de cristal, puertas tipo libélula, ruedas flotantes y trazos dignos de una saga de ciencia ficción.
Al ingresar, previo reconocimiento del iris, nos encontramos con un interior bañado de luz azul, dónde sus hipotéticos pasajeros se acomodarán en mallas tensadas entre los asientos. De estos, los frontales pueden girar hasta 180º para conversar de frente con los ocupantes traseros.
No, nunca lo veremos rodar por las calles, pero como ejercicio y estímulo para la imaginación no deja de ser interesante, incluso más allá de la tecnología que anticipa.