Por José Virgilio Ordaz.
Mercedes-Benz había lanzado su sedán mediano con código W124 en 1984; tras un lustro en el mercado, decidieron dotar a este modelo de una variante deportiva (en aquellos años los ciclos comerciales eran mucho más holgados); si bien ya habían comenzado una larga y fructífera historia de cooperación con los especialistas de AMG, en Stuttgart pensaron que para lograr un vehículo mucho más radical necesitaban de alguien con más experiencia y abolengo; no les costó mucho trabajo, pues tenían a una empresa con estas características cerca de su misma sede.
Así, decidieron aliarse con Porsche, a la cual tampoco le caía mal el trabajo extra gracias a una severa caída en ventas. A diferencia de muchas variantes deportivas actuales con profundos cambios estéticos, que en muchos ocasiones solamente quedan en eso, Porsche fue bastante sutil con las modificaciones; las vías ensanchadas requirieron del mismo tratamiento en las salpicaderas delanteras, así como una fascia específica y nuevos rines, en el interior había asientos Recaro.
Pero lo importante vino en lo mecánico; montaba el V8 5.0 litros del 500 SL, produciendo 326 caballos de fuerza enviados al eje trasero mediante una caja automática con cuatro cambios, los cuales le bastaban para alcanzar el 0 a 100 en 5.9 segundos, mientras el cuarto de milla le tomaba 14.1 segundos; comparativamente, un Porsche 928 de la misma época con cilindrada y potencia similares (pero con diámetro y carrera diferentes) alcanzaba el 0 a 100 en 5.6 segundos, mientras los 400 metros le tomaban apenas cuatro décimas menos, si bien el Porsche tenía dos puertas y muchos kilogramos menos que el sedán de 1.7 toneladas, el cual se ganó el mote de “lobo con piel de oveja”.
Lanzado finalmente en 1990, cada modelo tardaba 18 días en fabricarse, pues los autos eran ensamblados inicialmente por Mercedes, para luego ser trasladados a Zuffenhausen, dónde se montaban las piezas y ajustes específicos de Porsche, para luego regresar y recibir los acabados finales. El BMW M5 nació en 1985, aunque con un seis cilindros en línea 3.5 litros con 256 a 282 hp; la variante de 1990 contaba con un 3.6 de 311 hp (3.8 litros y 340 caballos desde 1992).
Claro, en AMG no se quedaron cruzados de brazos y para 1992 incrustaron un nuevo V8 en el vano motor, ahora de 6.0 litros, capaz de producir 376 hp y acelerar hasta los 100 kilómetros por hora desde parado en 5.2 segundos, ganándose el nombre de E 60 AMG. El 500E, rebautizado como E500 desde 1994, continuó en producción hasta 1995. Tuvieron que pasar 14 años para que Porsche volviera a ensamblar un auto de cuatro puertas, pero esta vez bajo su propio sello.