El Phantom fue el coche que puso a Chrysler en la cúspide del mercado nacional al final de los años 80 y principios de los 90, con su afilada silueta, sus motores turbo, y un futurista interior ¡que hablaba con el conductor!
Por Edmundo Cano
De la mano de Lee Iacocca y la plataforma K, Chrysler no solo se salvó de una inminente bancarrota en los años 80, sino que recuperó suficiente estabilidad financiera y operativa como para renovar su gama de autos con diseños atrevidos y elegantes, con miras hacia la última década del siglo pasado, y también para intentar borrar de la memoria de la gente los coches K, que si bien fueron muy importantes para la empresa, no eran nada agraciados estéticamente, y la marca lo sabía.
Por eso, la gama del grupo Chrysler de 1987 fue dramáticamente actualizada, con muchos nombres descontinuados y autos totalmente nuevos reemplazándolos. Sin embargo, uno de los nombres que prevaleció fue LeBarón, aplicado ahora a un afilado y dramático coupé de lujo construido sobe la Plataforma J, una derivación alargada de la confiable plataforma K. Este coche estuvo disponible en México con otro nombre, único para nuestro mercado: Phantom.
Conmoción
Cuando fue presentado en 1987, el Chrysler Phantom causó un revuelo inusitado. Era, sin duda, el coche más moderno que se ofrecía entonces en nuestro país (hay que recordar que en aquél entonces , el mercado mexicano estaba limitado a las marcas que fabricaban en el país, esto es, GM, Ford, Chrysler, Nissan y Volkswagen. Todo esto cambiaría en 1994 con la apertura a las importaciones automotrices), y también el más deportivo, gracias a su motor 2.2 litros turbocargado e interenfriado de 150 hp, respaldado por una transmisión manual de 5 velocidades o una automática de 3, que lo convertían en el coche más rápido que podía comprarse en México.
Sci-Fi
Pero más que sus prestaciones, era su tecnología e innovaciones las que maravillaban al público mexicano, que nunca antes había visto nada ni remotamente similar. Sus faros retráctiles, futurista cabina con asientos eléctricos, tablero completamente digital y computadora a bordo que ‘hablaba’ con el conductor, recordándole abrochar su cinturón de seguridad o avisándole que la puerta no estaba bien cerrada, parecían cosas sacadas de la ciencia ficción.
El Chrysler Phantom fue un éxito inmediato, y con el tiempo fue mejorando. En 1990 el motor 2.2 dio paso a un 2.5 también turbocargado, que tenía 160 hp y más torque gracias a su mayor desplazamiento, y en 1991 la caja automática ganó una relación, siendo ahora de 4 cambios.
Road and Track
Sin embargo, la cúspide del Phantom fueron, sin duda, los modelos R/T de 1992, que trajeron por primera vez a México las legendarias siglas de la era de los muscle-cars que jamás tuvimos en nuestro país en aquél momento. Hubo dos versiones del R/T, el más ‘normal’ y común portaba el mismo motor 2.5 interenfriado con un poco más de potencia, 175 hp, con la transmisión automática, y frenos de disco en las 4 ruedas.
El otro R/T, sin embargo, es auténtico material de leyenda automotriz nacional. Conocido cariñosamente como ‘DOHC’ por los entusiastas, su apodo se debe a su motor 2.2 litros con cabezal de doble árbol de levas y 16 válvulas, diseñado nada menos que por Lotus. Gracias a un enorme turbocargador Garret TB03, el R/T DOHC ponía al piso 225 hp. ¡En 1992! Era un pequeño monstruo orientado hacia los puristas, pues solo estaba disponible con una transmisión manual de 5 cambios Getrag.
Sleeper
La única diferencia entre el Chrysler Phantom R/T regular y el DOHC eran unos pequeños stickers en las puertas. De ahí en fuera, ambos se veían exactamente iguales, por lo que los DOHC podían ser considerados auténticos lobos en piel de oveja. El único auto que podía ganarle al R/T DOHC era el Chevrolet Corvette, recién introducido al mercado nacional por primera vez de forma oficial en 1991, y que estaba en una liga completamente diferente al Phantom.
Orgullo nacional
Pero tal vez lo mejor del R/T es que fue una edición solo para el mercado mexicano, desarrollada internamente por Chrysler de México. En Estados Unidos y otros mercados el motor 2.2 DOHC nunca estuvo disponible bajo el cofre del LeBaron, el único coche que lo portó fue el Spirit R/T (que también lo hubo aquí), y el Dodge Daytona IROC R/T, por un solo año.
Por esta razón, los Phantom DOHC son coches ya muy raros. Se ofrecieron solamente durante dos años, 1992 y 93, y además de la pequeña granada bajo su cofre, ofrecían amenidades como sonido Infinity con 6 bocinas, quemacocos opcional, distintivos rines ‘panal’ color gris de 16”, computadora de viaje, ABS opcional en los frenos de disco en las 4 ruedas, y bolsas de aire. Era, realmente un tour de force de edición limitada que se ha convertido, hoy por hoy, en uno de los nuevos clásicos mexicanos más buscados y codiciados. No es exagerar el decir que este coche fue el heredero de la era moderna de los Super Bee y Magnum nacionales.
Telón final
En 1993, último año del R/T DOHC, el LeBaron, y por consiguiente el Phantom, fue rediseñado, diciéndole adiós a los faros ocultos, que cambiaron por unas afiladas unidades al descubierto que le daban a la nariz un aspecto más redondeado. Las calaveras recibieron un elemento ámbar, y el interior fue completamente rediseñado. Este cambio estético fue como el canto de golondrinas, pues 1994 sería el último año del Le Baron, y del Phantom, en el mercado. Los últimos se vendieron en 1995, ya con la siguiente generación de productos Chrysler en las agencias, los ‘autos nube’ con diseño ‘cab forward’, que a diferencia de sus antecesores, tuvieron que competir con un mercado ya abierto al mundo, y cada vez más complejo. Pero esa es una historia para otro día.