A los pocos días de ser descontinuado, repasamos la historia completa del Chevrolet Impala, uno de los nombres con más historia de la marca, y columna vertebral de una de las tendencias más significativas de la cultura automotriz mundial.
Por Edmundo Cano Imágenes: Chevrolet
El nombre Impala fue usado por primera vez en 1956, en un ‘dream car’ –como le llamaban en ese entonces a los prototipos- que combinaba extrañas líneas fastback en su trasera con un radical frontal ‘dientón’ y un habitáculo sin poste B. Casi como si el Corvette se convirtiera en un coche de 5 pasajeros.
El comienzo verdadero
Aunque ese fue el origen del nombre, inspirado obviamente en el ágil antílope homónimo, el conceptual no tuvo nada que ver con el auto de producción que primero lo utilizó: una versión ‘tope de gama’ del rediseñado Bel Air de 1958, que pertenecía a una serie de modelos conmemorativos de los 50 años de General Motors, uno por cada una de sus marcas: Buick Roadmaster Riviera, Cadillac Eldorado Seville, Oldsmobile Super 88 Holiday, Pontiac Bonneville Catalina, y el Chevrolet Bel-Air Impala, que como buena versión especial, era más grande y estilizado que el Bel Air regular del marco del parabrisas hacia atrás.
Los Chevrolet de 1958, no solamente el Impala, estrenaron un nuevo tipo de chasis en forma de X, que permitía montar los elementos de la suspensión más hacia arriba, permitiendo una altura al piso más baja y un habitáculo más espacioso. A pesar de ser una versión celebratoria y lujosa, el Impala no era de producción limitada, y sus ventas representaron más del 15% de los Chevrolet comercializados en 1958, por lo que en un solo año, el nombre se volvió bien conocido entre la gente, lo que propició que Chevrolet lo adoptara para denotar al tope de su gama, compuesta por el Del Ray, Biscayne y Bel Air, durante los años por venir.
Tomando vuelo
Hay que recordar que en estos años, los autos no solo de GM, sino de todas las marcas norteamericanas, recibían un rediseño cada año para atraer a nuevos clientes a las agencias. Para 1959, además de las icónicas aletas horizontales de ‘ala de murciélago’ y las calaveras de ‘gota horizontal’, el Impala también introdujo los motores de la familia W de Chevrolet, con un desplazamiento de 348 pulgadas cúbicas (5.7 litros) que con carburación ‘tri-power’ llegaba hasta 350 hp, y es para muchos es el primer motor de ‘muscle-car’ de Chevrolet. En 1960 fue rediseñado por dentro y fuera, pero la mecánica se mantuvo prácticamente igual.
Para 1961, el Impala cambió de nuevo, y esta vez no solo estilísticamente, sino también de plataforma, a un chasis más bajo que su antecesor, denominado internamente ‘Plataforma B’. Además de la carrocería coupé ‘bubbletop’, que con el tiempo se convertiría en uno de los Chevrolet más buscados de la posguerra, el modelo de 1961 introdujo un parteaguas en la gama Impala: la versión SS, por ‘Super Sport’, la primera aplicación de las legendarias siglas por parte de Chevrolet. Con el SS llegó la evolución del motor W, llevado hasta 409 pulgadas cúbicas (6.7 litros) con 360 hp. En años posteriores, con carburación triple, este motor llegaría hasta 425 hp.
Cambio radical
En 1962, el rediseño del Impala fue radical. Las formas pasaron a ser extremadamente cuadradas, dejando atrás la herencia redondeada de finales de los 60, y los masivos acentos de cromo dieron paso a paneles de aluminio cepillado para las calaveras. Además del rediseño, Impala también se convirtió en la denominación para el tope de gama de las guayines, que hasta entonces se llamaban Nomad. En 1963 y 64, las líneas del Impala se volvieron más angulares y menos cargadas de accesorios y cromos, como ya era una tendencia en la industria automotriz americana.
Totalmente nuevo
Esto cambiaría en 1965, cuando llegaría la tercera gran etapa de los autos full-size de Chevrolet, y por consiguiente, del Impala. Una plataforma perimetral completamente nueva, mucho más grande que la anterior, fue introducida, y el diseño cambió completamente, combinando trazos agudos y angulares con resaltes redondeados en sus líneas de carácter que lograban un fuerte contraste estilístico, y el cromo se redujo al mínimo.
El Impala de 1965 se convirtió en el auto más grande que Chevrolet había ofrecido en su historia. La versión SS introdujo el nuevo ‘big block’ de Chevrolet, el ‘Turbo Jet’ de 396 pulgadas cúbicas (6.5 litros), un diseño totalmente nuevo que generaba 325 hp, y en su versión más extrema, hasta 425 hp.
El Impala de 1965 también introdujo a la gama la opción Impala Caprice, el primer uso de dicho nombre, que volvía al Impala aún más lujoso, y lo dotaba de algunos elementos estéticos. El Impala Caprice fue tan exitoso que, para 1966, Caprice se volvió una versión independiente de los autos full-size de Chevrolet, quedando por encima del Impala en la gama. Pero el éxito no fue solo del Impala Caprice, sino del Impala en general, que en 1965 vendió más de un millón de unidades tan solo en Estados Unidos, un récord de la industria que jamás ha sido igualado.
En 1966, el Impala recibió un rediseño sumamente sutil, pero la verdadera novedad se escondía bajo su enorme cofre: el nuevo ‘big block’ de 427 pulgadas cúbicas (7 litros) de 390 hp, y 425 hp en su versión más radical, que además podía acoplarse a una caja manual de 4 velocidades. En 1967 y ’68, el Impala recibió un radical resideño con estilo de ‘botella de Coca Cola’, con redondeadas caderas que acentuaban la bella trasera fastback de los coupés y Sport Sedán sin poste B. Esta característica se perdería con el rediseño de 1969, que sería el más recto y angular en toda la historia del Impala. El modelo 1970 seguiría la misma ruta, pero ofrecería opcionalmente otra evolución del ‘big block’, ahora de 454 pulgadas cúbicas (7.4 litros) de hasta 390 hp, aunque ya no en la versión Super Sport, que fue descontinuada este año.
Creando una cultura
Antes de pasar a la siguiente gran etapa del Impala, que llegaría en 1971, hay que detenernos un poco y observar al Impala desde el punto de vista entusiasta. Los Impala producidos hasta este momento, y en especial los de 1964 para atrás, se convertirían en la columna vertebral de un movimiento que llevaba gestándose desde los años 50, pero que finalmente definió su propia identidad y tuvo un enorme boom en los años 70: los lowriders.
Debido al diseño de sus chasises, y a sus enormes y planas carrocerías, los Impala se convirtieron en los favoritos de los cholos y chicanos adeptos a este movimiento para integrar las dos características más definitorias de esta tendencia: las suspensiones neumáticas y los enormes y complejos murales, que al principio contenían patrones muy similares a los de la pintura de los ‘customs’ regulares, otro tipo de autos modificados, pero que con el paso del tiempo adoptaron la aerografía de motivos mexicanos y chicanos como una característica casi obligatoria.

En especial, el Impala de 1964 se convirtió en el coche representante del movimiento lowrider por excelencia, luego de que en 1974 Jessy Valadez realizara uno de los autos más influyentes de la historia: el ‘Gypsy Rose’, un ’64 con murales a los costados, en el cofre, cajuela y toldo, que contenían más de 100 rosas pintadas a mano. Este auto llevó la cultura lowrider a las masas tras aparecer en el ‘opening’ del programa de TV ‘Chico and the Man’ por más de 4 años, y sentó las bases que seguirían prácticamente todos los lowriders que vinieron después, en todo el mundo. ‘Gypsy Rose’ fue tan importante para la cultura automotriz norteamericana –y eventualmente, global- que el Registro Nacional de Vehículos Históricos de Estados Unidos lo ha añadido a su lista de autos individuales (es decir, una unidad determinada y no un modelo de auto, como el Ford Modelo T en general, por dar un ejemplo) históricamente significativos, un honor conferido a solo 25 automóviles además del ‘Gypsy Rose’.
Comienza la debacle
Regresando al mundo de los autos normales de 1971, sin pintura artesanal ni suspensión ajustable, el Impala volvió a ser rediseñado y creció de nuevo, reafirmando su papel como el Chevrolet más grande en la historia de la marca, y siguió recibiendo actualizaciones de diseño cada año, aunque mucho más sutiles que las de los modelos anteriores; solamente en la parrilla, faros y calaveras, mientras que las líneas generales de la carrocería se mantuvieron idénticas.
Sin embargo, como le pasó en esta época a época a los grandes motores V8 del Impala, y de todos los demás automóviles de todas las marcas norteamericanas, su relación de compresión fue disminuida para poder usar combustible de menor octanaje, para cumplir con las normas medioambientales que se impusieron a principios de los 70 y que se volvieron cada vez más estrictas. Atrás quedaron los ‘big blocks’ de más de 400 hp; para 1975, el 7.4 litros ofrecía solamente 180 hp. En 1976 esta generación llegó a su fin en medio de la enorme crisis energética causada por el embargo petrolero de la OPEC, lo que provocó que la gente buscara automóviles con mejor consumo de combustible, y más ligeros y compactos.
Esta tendencia dictó la transformación más radical de la historia del Impala, que en 1977 se volvió muchísimo más pequeño, a pesar de usar una variante acortada que la misma plataforma que su predecesor; aún así, seguía siendo el Chevrolet más grande, pues la marca –y todas sus hermanas de GM- disminuyeron el tamaño de sus gamas enteras. Su diseño se volvió totalmente angular y, por primera vez en su historia, no recibió cambios de diseño anuales. Los motores V8 ‘big block’ fueron descontinuados, un nuevo V6 se volvió el motor base, y el V8 ‘small block’ se convirtió en el más grande disponible, al igual que un V8 a diésel.
En 1981, las carrocerías guayín y coupé del Impala fueron descontinuadas, quedando solo el sedán de 4 puertas bajo el icónico nombre, que fue finalmente retirado del mercado en 1985. Fue la primera vez que el nombre Impala desapareció desde que fue introducido en 1958. Su contraparte más lujosa, el Caprice, siguió adelante hasta 1990, cuando la plataforma B de GM fue rediseñada de nuevo; el Caprice sobrevivió al cambio de generación, pero el Impala permaneció fuera de la línea.
El regreso del SS
Esto cambió en 1992, cuando Chevrolet presentó en el Autoshow de Detroit un conceptual llamado Impala SS, basado en la entonces actual generación del Caprice pintado totalmente en color negro, y con un enorme ‘big block’ de 8 litros bajo el cofre. El SS fue tan bien recibido que una versión de producción llegó en 1993 como una versión de alto rendimiento del Caprice. Si bien no tenía el enorme motor del concepto, el Impala SS portaba bajo el cofre el nuevo V8 ‘small block’ de alto rendimiento de Chevrolet, el LT1, idéntico al del Corvette y el Camaro con excepción de cabezas de hierro en vez de aluminio, y un árbol de levas distinto. El Impala SS desarrollaba 270 hp, el mayor caballaje disponible para el modelo desde 1970; su apariencia respaldaba su alto rendimiento, pues solamente era ofrecido en color negro. El Impala SS fue un auto de edición limitada, que solo se produjo en 1995 y 1996, y luego, el nombre Impala desapareció de la gama de Chevrolet una vez más.
Cambio de paradigma
Luego de una ausencia de 5 años, el Impala regresó, pero era un auto total, completa y absolutamente diferente a lo que había sido en toda su historia previa. Ahora era un auto de tamaño mediano y de tracción delantera, basado en la plataforma W de General Motors, que también empleaba el Lumina. Solamente era ofrecido como sedán, y la gama de motorizaciones se limitaban a dos V6 de 3.4 y 3.8 litros. El Impala SS regresaría en 2004 portando el motor L67, un V6 supercargado que producía 240 hp.
La siguiente generación del Impala llegaría en 2005, y sería básicamente una evolución de la anterior, con la excepción del modelo SS, que empleaba una variante de tracción delantera del motor V8 de la familia LS de Chevrolet, el LS4, el primer V8 en un Impala desde 1996, y el primer V8 de tracción delantera de Chevrolet; sin embargo, debido a sus bajísimas ventas, fue descontinuado en 2009. Un año antes, en 2008, el Impala celebró su 50 aniversario con una edición conmemorativa que incorporaba la suspensión y algunos accesorios del SS, y elementos visuales alusivos a los 50 años del Impala. Esta generación del Impala se descontinuó del mercado en 2013, pero se mantuvo en producción hasta 2016 exclusivamente como vehículo para flotillas.
Lo mejor, para el final
El último Impala se lanzó en 2014 como un auto más grande que su antecesor, gracias a emplear la plataforma Epsilon de GM. Fue el primer Impala en la historia en tener un motor de 4 cilindros, un 2.4 litros de la familia Ecotec que también recibió hibridación suave, otra primicia para el Impala.
Como automóvil familiar, la última generación del Impala fue una de las mejores, siendo el primer automóvil americano en 20 años en recibir la máxima calificación de calidad de Consumer Reports, logrando 95 de 100 estrellas. Sin embargo, la caída en picada de las ventas de sedanes familiares en el mercado norteamericano, y la preferencia por las SUVs, orillaron a Chevrolet a descontinuar el Impala para el año-modelo 2020. Les contamos detalles al respecto hace apenas unos días, en este enlace.
Si bien no es la primera vez que el Impala desaparece de la gama de Chevrolet, esta es la ocasión en que su regreso parece más poco probable. Dadas las condiciones del mercado actual, no nos sorprendería que el nombre Impala regresara en el futuro, aplicado a una SUV. Pero sinceramente, preferiríamos que eso no pasara jamás, y que Chevrolet dejara descansar a uno de sus nombres más reverenciados y con más historia, sin perturbar la esencia que durante más de 60 años caracterizó al Impala.