Luego de más de seis décadas, el mastodóntico V8 6.75 litros Serie L de Bentley deja de producirse. Con él, se va también el sedán Mulsanne.
Por José Virgilio Ordaz.
Si son amantes de los grandes motores V8, sabrán que hay algunos ejemplares sobresalientes más allá de los Estados Unidos, como por ejemplo, en Australia. Si bien en esta ocasión hablamos de un país donde se maneja con el volante a la derecha, se trata de uno no tan lejano. La industria automotriz británica se caracteriza actualmente por estar repartida entre consorcios de otros países, pero hubo una época en que tuvo glorias nacidas totalmente en su propio territorio.
Adiós al V8 Serie L de Bentley
Una de esas glorias vio la luz en el año de 1959. Tras 18 meses de desarrollo, un grupo de ingenieros de Bentley presentó el V8 de la Serie L. Nacido para relevar a los motores de seis cilindros en línea B60 y B61, de 4.3 y 4.9 litros, originalmente ofrecía un cubicaje de 6.2 litros y era más ligero, aunque luego surgieron variantes de 6.23, 7.23, 7.27 y 7.44 litros. El de 6.75 l llegó en 1970, por lo que si sólo nos ceñimos a esa medida, sigue siendo más longevo que muchos motores más extendidos, como el cuatro cilindros de 1984 cc de Grupo Volkswagen, que data de finales de los 70.
El último V8, para el Mulsanne
Por supuesto, avances como inyección de combustible y turbocompresores fueron llegando a lo largo de los años. Destinado a morir en la época en que BMW se hizo cargo de Rolls-Royce, la batalla corporativa con Volkswagen que separó a Bentley de su hermana trajo de vuelta al veterano ocho cilindros. El último V8 Serie L de Bentley era encargado de animar al Mulsanne, llegó a ofrecer 530 hp y 1,100 Nm (911 lb-pie), con una suavidad que hoy es legendaria. El último motor de 36,000, ensamblado por nueve artesanos, servirá para animar al último de los 30 ejemplares de la edición 6.75 by Mulliner, con la que el gran sedán marca el fin de su ciclo vital. Será reemplazado en 2025 por un modelo eléctrico.