La leyenda de la industria automotriz, padre del Ford Mustang y salvador de Chrysler, muere a los 94 años.
Por Edmundo Cano
La familia de Lee Iacocca ha confirmado que el expresidente de Ford y Chrysler falleció en la mañana de ayer, en su domicilio de Los Angeles, California, sin dar a conocer más detalles de su muerte. Iacocca tenía 94 años, y durante su carrera en la industria automotriz se convirtió en una de las figuras más importantes en la historia de las dos marcas que presidió, Ford y Chrysler.
Lido Anthony “Lee” Iacocca comenzó a trabajar en Ford en 1946 como aprendiz de ingeniero, y pasó después al área de ventas, donde su carrera se catapultó gracias a una campaña de créditos para adquirir modelos Ford de 1956 que colocó al óvalo azul en el primer lugar de ventas entre las ‘3 grandes’ de Detroit. Esto llamó la atención del Consejo de Ford, del que Iacocca formaría parte desde 1960, cuando fue nombrado director general de la División Ford.
Fue bajo este cargo que su equipo desarrolló el Mustang, uno de los coches más exitosos y legendarios de todos los tiempos, creando al mismo tiempo el nicho de los pony-cars, que sería definitorio para la cultura automotriz norteamericana y mundial.
El éxito arrollador del Mustang convirtió a Iacocca en Presidente de Ford en 1970; durante esta etapa impulsó el desarrollo del auto que debía sacar adelante a Ford durante la época de la crisis petrolera, el Pinto. Sin embargo, varios incidentes de incendios y explosiones por su tanque de gasolina mal colocado crearon un escándalo que le costó el puesto en 1978, aunque mucha gente afirma que lo que provocó su salida del óvalo azul fue su enemistad con Henry Ford II.
Sin embargo, Iacocca no pasaría mucho tiempo desempleado. Tan pronto como salió de Ford, fue reclutado por la agonizante Chrysler para que intentara salvarla. La pentaestrella estaba sumida en una deuda de 160 millones de dólares, y un desprestigio por la mala calidad de sus productos como nunca había sufrido antes. Para salvarla de la bancarrota, Iacocca fue implacable: despidió a miles de trabajadores, cerró plantas, descontinuó modelos, vendió Chrysler Europa a Peugeot, y obviamente, mejoró notablemente la calidad de sus productos y aplicó su vasta experiencia en campañas de ventas y publicidad.
Sin embargo, no fue suficiente, y en 1980 tuvo que pedir un rescate financiero al gobierno norteamericano, que prestó a Chrysler bajo garantía más de 1.6 billones de dólares, y 2 billones más con préstamos sin garantías. La deuda total de Chrysler, con el gobierno y con varias instituciones bancarias, era de más de 4.7 billones de dólares.
Sin embargo, Iacocca tenía un as bajo la manga: el chasis K de Chrysler, el compacto de tracción delantera, gran consumo de combustible, amplio espacio interior, y competitivo precio que, literalmente, salvó a la compañía de declararse en bancarrota. Su campaña publicitaria, donde el mismísimo Iacocca aparecía en los comerciales de televisión diciéndole al consumidor “si encuentra un mejor auto, cómprelo” fue revolucionaria y llevó a la fama pública a Iacocca, e incluso surgió una campaña entre la gente para llevarlo a la presidencia de los Estados Unidos. Imaginen algo así con el CEO de alguna automotriz en estos días. Imposible.
La introducción del LeBaron convertible en 1982, que fue un aplastante éxito de ventas para un auto de nicho, y sobre todo de las minivan Plymouth Voyager y Dodge Caravan en 1983, fue el empujón final que Chrysler necesitaba para recuperarse de su pésima salud económica. Para 1984, con un enorme cheque firmado a mano por el mismo Iacocca, por la cantidad de $813,487,500, Chrysler liquidó todos sus préstamos, a menos de 5 años de haberlos adquirido.
Habiendo salvado a Chrysler de quebrar, Iacocca comenzó a buscar maneras de hacerla destacar aún más. Adquirió Lamborghini y se alió con Maserati, operaciones ambas que terminaron costándole dinero a Chrysler. Sin embargo, en 1987 Chrysler adquirió AMC y Jeep, esta última una marca que le daría enormes dividendos a la pentaestrella en las décadas por venir. El equipo de ingeniería de AMC, por su parte, trajo consigo vasta experiencia en cuanto a plataformas modulares compartidas entre varios modelos, que llevó al desarrollo de la siguiente generación de autos del grupo Chrysler.
Otra sociedad exitosa se dio con Carroll Shelby, quien le dio su ‘toque mágico’ a los autos turbo de Chrysler, convirtiéndolos en algunos de los coches de producción más rápidos que se podían comprar en Norteamérica en aquél entonces. Shelby también contribuiría con el desarrollo de un ícono de Chrysler en los años 90, el Dodge Viper.
Lee Iacocca se retiró de Chrysler en 1992, dejando orquestado y en rieles el enorme regreso que Chrysler tendría al escenario automotriz internacional en los años 90. Controversialmente, el reemplazo que Iacocca dejó en su lugar, Robert Eaton, fue el artífice de la fusión entre Daimler y Chrysler de 1998, pero esa es una historia para otro día. Iacocca siempre será recordado por haber salvado de desaparecer a uno de los grupos automotrices con más historia y tradición de la industria automotriz norteamericana.