Su nombre es sinónimo de muchas innovaciones: el auto de carreras Porsche 917, la tracción quattro de Audi, la carrocería de aluminio ultraliviana del A8, el desarrollo del Bugatti Veyron… Ferdinand Piëch fue un destacado visionario y perfeccionista de coches.
Por Redacción Automóvil
A lo largo de sus 82 años de vida, su pasión por los automóviles eliminó cualquier tipo de pensamiento de retiro dentro de la industria automotriz. Siguiendo su carrera como gerente en Porsche, Audi y Volkswagen, el nieto del mundialmente famoso ingeniero automotriz Ferdinand Porsche fue un activo ejecutivo. Nació dentro del mundo de los autos, en Viena, Austria, en 1937, y creció en la familia Porsche-Piëch.

De niño, Ferdinand Piëch era un visitante frecuente para presenciar el “Día Wolfsburg” en sus festividades, pues su padre y abuelo eran los encargados en el “Volkswagen Werk”. Ferdinand Porsche, quien entró a los anales de la historia del automóvil como el inventor del legendario Volkswagen (el Beetle) y creador de los autos de carreras Auto Union, fue siempre la principal figura para su nieto. Los automóviles, por lo tanto, tuvieron una influencia formativa en Ferdinand Piëch desde una temprana edad.

El homenajeado en estas líneas obtuvo el título de “Ejecutivo del siglo” en lo que concierne a la industria automotriz. El resto de éxitos de Piëch descansa en dos pilares. El primero es su desempeño como presidente de Audi de 1988 a 1993 y como titular de Volkswagen entre 1993 y 2002. El segundo es su talento técnico, que le dio su reputación mundial como un destacado visionario y perfeccionista de coches.
Su nombre está asociado con muchas innovaciones: el auto de carreras Porsche 917, la tracción quattro, la carrocería de aluminio ultraliviana del Audi A8, el desarrollo del Bugatti Veyron de 1001 caballos y el auto prototipo 1L de Volkswagen, la reencarnación incomparable del manejo económico. Coquetear con la tecnología para brindar nuevos avances, fue la primordial pasión de Piëch.

Sus inicios
Una vez que salió del colegio en Zous, Suiza, y graduado con un grado en ingeniería de Eidgeössische Technische Hochschule (ETH), en Zurich, se sentía como en casa en su primer trabajo en Porsche KG en Stuttgart. Una de las responsabilidades del joven ingeniero, quien después se convirtió en jefe de pruebas (1966), jefe de desarrollo (1968) y gerente general técnico (1971), fue el deporte motor.
Una vez que Piëch modificó el motor del Porsche 911 bóxer de seis cilindros enfriado por aire, dedicó más su atención a diseñar automóviles de competencia, a menudo llegando al límite técnico y financiero. A partir de este periodo con Porsche, su herencia se ancló firmemente en el deporte motor. Todo lo que ha caracterizado a Ferdinand Piëch a través de su carrera como gerente puede remontarse hasta su primer trabajo en Porsche.

Primero, siempre se fijó metas altas y nunca vio hacia abajo. Segundo, todo giraba alrededor del coche. Y tercero, siempre dio una gran importancia a los pequeños detalles de cada nuevo desarrollo. Su meta en Porsche pronto se convirtió en claridad: buscó desarrollar los autos de competencia más ligeros del mundo.
Exitosamente, experimentó por primera vez con autos que podían subir colinas a gran velocidad y que tenían refinamientos técnicos tales como discos de freno de berilio y piezas de titanio. Estos coches pesaban tan sólo 430 kilos y dominaron las empinadas colinas por años durante muchas competencias. Gozó de éxitos similares con el Porsche 917, el cual fue lanzado con un motor bóxer de 12 cilindros de 560 caballos en 1969 y se convirtió en uno de los más exitosos autos de carreras del mundo.

Porsche convincentemente ganó el Campeonato World Sports Cars en 1970 y 1971, además de dos títulos en las 24 horas de Le Mans. Cuando la producción de este súper deportivo cesó a finales de 1971, Piëch envió al turbocargado 917/10 a la parrilla de salida a las competencias de la North American CanAm en 1972, habiendo probado primero un motor naturalmente aspirado de 16 cilindros.
Con una potencia de 1,000 HP, el Porsche 917/10 ganó la CanAm y los campeonatos Interserie. El Porsche 917/30, que desarrolló una máxima potencia de 1,100 HP, repitió este éxito un año después, y solamente un cambio en las reglas puso un alto a la racha ganadora de Porsche.
Siempre en movimiento
Ferdinand Piëch gozaba siempre de crear cosas innovadoras. Cuando las familias Piëch y Porsche decidieron que todos los miembros de las familias debían retirarse de los negocios operativos en Porsche, Piëch se movió a Audi el 1 de agosto de 1972. Inicialmente llevó la responsabilidad de proyectos especiales, posteriormente se convirtió en miembro del equipo de desarrollo en 1975, y finalmente presidente en 1988. Durante los años en Ingolstadt, él y su equipo transformaron totalmente la imagen de Audi.

Los modelos Audi, alguna vez etiquetados como “caseros”, súbitamente adquirieron una reputación como innovadores vehículos de clase premium y de alta calidad. “Vorsprung durch Technik” (progreso a través de la técnica) fue el lema de Piëch y la marca se convirtió en un fabricante de autos premium y en un serio contrincante para BMW y Mercedes-Benz. Piëch se cercioró de que el lema fuera aplicado realmente en Audi.
Así se desarrolló la tracción total quattro, la primera carrocería completamente en aluminio para un auto de serie (A8), y el Audi 100 Streamline, el motor de cinco cilindros, la carrocería totalmente galvanizada, y el propulsor diésel de inyección directa TDI, junto con varios estudios extremadamente atractivos tales como el Audi Spyder.
Ferdinand Piëch también consolidó su amor al deporte motor en Audi, proporcionando un perfecto soporte para la transformación de la marca. La entrada de los modelos quattro en la escena deportiva de los rallies en 1981, trajo cuatro títulos en los campeonatos mundiales y victorias espectaculares, agregando pilotos de carreras cuyos nombres están vinculados intrínsecamente con Audi: Hannu Mikkola, Stig Blomqvist, Walter Röhrl o Michelle Mouton.
Consolidado
Piëch hizo frente a su más grande prueba de fuego cuando se convirtió en presidente de Volkswagen AG, el 1 de enero de 1993. Cuando tomó el timón, el Grupo estaba en mala forma: altos costos, bajas ventas, excesivas capacidades… Nueve años después, presentó a los accionistas un excepcional desempeño: las ventas se habían duplicado y el beneficio había sido maximizado.
Las cifras para el 2000 eran de 5.11 millones de vehículos fabricados, ventas de 173 mil millones de marcos alemanes, beneficios antes de impuestos de casi 9 mil millones de marcos y un 5% más en ventas. Ferdinand Piëch había revivido a un Grupo enfermo que ahora estaba como un activo jugador global, fijando nuevas tendencias en Alemania y construyendo el Autostadt, la Ciudad del Automóvil, algo que atrajo y sigue atrayendo a multitudes.
La exitosa historia de Volkswagen es, otra vez, atribuida principalmente a los conocimientos técnicos de Ferdinand Piëch. Cuando él llegó a Wolfsburg, Volkswagen tenía 28 modelos, nueve años después el número era de 65. La aparición de fuegos artificiales en cada modelo era en esencia el símbolo de la era Piëch.
Volkswagen entró a las grandes ligas con el Phaeton y la Touareg. El New Beetle desencadenó nuevas emociones, y los ingenieros de Wolfsburg pudieron demostrar la más alta capacidad técnica en la forma de los motores de 12 y 16 cilindros. Al mismo tiempo, las tradicionales marcas Bentley, Bugatti y Lamborghini se unieron al Grupo, y la nueva red de accionistas para el futuro negocio de los camiones (Scania/Man) fue planeada.

Los logros de Ferdinand Piëch en Wolfsburg fueron enormes y su apellido pesó enormemente en las decisiones del Grupo hasta cuando oficialmente rompió toda relación tras cinco décadas de haber estado relacionado con todas las marcas. Un gran personaje por demás influyente no solo en el mundo de los coches, también el de los negocios y desde luego la política. Hasta últimas fechas uno de los nombres más influyentes en Alemania y en casi toda Europa.