Por José Virgilio Ordaz.
Con 98 años en su haber, Mitsubishi es la automotriz más antigua del archipiélago nipón, sin embargo, desde que Chrysler cesara su acuerdo comercial a finales de 2005, la armadora ha tenido que entrar en una profunda etapa de reestructuración financiera.
Su falta de liquidez ha retrasado la renovación de modelos como la icónica Montero, el Galant, la Endeavor o el Eclipse, y ha provocado la eutanasia del Lancer EVO, obligándoles a centrarse en modelos más rentables como la Outlander, el Mirage o la ASX, pero la marca parece comenzar a ver la luz al final del túnel.
El mercado actual parece no perdonar a las firmas “medianas”, sobre todo a aquellas que no pueden financiar desarrollos amortizándolos en plataformas y motores compartidos, como hacen los grandes emporios y alianzas, quizá con excepción de Mazda.
La ganancia para Norteamérica es “marginal” en términos macroeconómicos, 4.18 millones de dólares, pero sirve para darles un respiro y estimar 58 millones en beneficios para el cierre de año. Para algunos sonará doloroso, pero Mitsubishi parece estar en el camino correcto con su estrategia actual.