Por José Virgilio Ordaz (@Neckriagen).
Alemania ha estado en el ojo del huracán en los últimos meses en lo concerniente a la industria automovilística. Por un lado, por el caso Dieselgate de Volkswagen; y posteriormente por el sentido discurso en el parlamento europeo hace un año de Angela Merkel, canciller germana, donde llamaba a no “condenar a todo un sector y poner en riesgo miles de empleos en el continente”, algo que en su momento recibió diversas recriminaciones, pues cuando VAG aumentaba año con año su cuota de mercado en lustros pasados, esto costó muchos puestos de trabajo en otros países y en el seno de otras firmas automotrices.
Así, tal vez tratando de sacudirse un poco estos estigmas, el gobierno alemán toma un camino diametralmente opuesto: apoyar la prohibición de los vehículos de combustión interna en la Unión Europea a partir de 2030, donde el Grupo Volkswagen desplazó casi cuatro millones de unidades el año pasado.
Si bien esto parece ir en contra de la hasta ahora política de las marcas germanas de apostar por el diésel y el downsizing, recordemos que a partir de 2018, estas mismas firmas (BMW, Volkswagen, Audi, Mercedes-Benz e incluso Porsche) contarán ya con una considerable oferta de vehículos eléctricos. Tan sólo la firma de Wolfsburg planea vender un millón de autos con esta configuración en 2025.
La propuesta contó con el apoyo tanto del parlamento alemán como de la cancillería. En ésta, se pugna porque solamente los vehículos cero emisiones puedan ser comercializados en la zona Euro. Con ello se espera que los apoyos económicos y el menor gravamen que antes se dirigían a los mencionados motores a diésel o de baja cilindrada, ahora se destinen al fomento de vehículos eléctricos, lo que cuadra con la intención de lanzar nuevas regulaciones en materia de emisiones en 2020, así como el proyecto de varias ciudades y estados de llevar esta prohibición a nivel mundial en 2050.
Aunque el interés de otros fabricantes no alemanes -como Renault, Opel y PSA– en los autos cero emisiones se pudo ver en el pasado Salón de París, otros más, como Fiat y subsidiarias, estarían desfasados en un tren cuyo abordaje resultaría ya obligatorio.