Por José Virgilio Ordaz.
Cuando Luca Cordero di Montezemolo dejó el año pasado las riendas de Ferrari, se fue con un legado bastante difícil de igualar; convirtió a la división deportiva en un éxito que hará a la “era Schumacher” muy difícil de superar; y por otro lado, volvió a posicionar a la división de calle como una de las firmas más deseables, con listas de espera de hasta dos años en algunos países.
Pero a la casa matriz, Fiat, no le estaba yendo nada bien, por lo que se colocó a la riendas del consorcio al italocanadiense Sergio Marchionne, quien poco a poco ha ido sacando a flote a la compañía, ahora fusionada con Chrysler, con medidas radicales que, si bien tienen contentos a los contables y a los inversores, no han sido del agrado de los entusiastas a ambos lados del Atlántico, tal como el cese de modelos o divisiones completas, como resulta el caso de Lancia.
Marchionne también se deshizo de aquellos que no respaldaban sus planes; una de las cabezas más importantes fue, por supuesto, la de Montezemolo, quien se opuso a diluir lo ganado en imagen de marca para Ferrari sacándola a cotizar en bolsa y aumentando su producción, actualmente autolimitada a 7,000 unidades anuales; su posición le costó el cargo.
Ferrari finalmente salió a bolsa, y aunque el valor final estuvo por debajo de lo esperado por Marchionne, sigue siendo uno muy alto para una compañía de volumen tan limitado con unos 10 mil millones de dólares estimados. Ahora se anuncia el segundo paso, aumentar la producción; si bien no se llegará a las 10,000 unidades anuales que tenía pensadas don Sergio, sí aumentarán paulatinamente cada año, hasta llegar a 9,000 unidades en 2019; además, se sigue trabajando en una plataforma modular para sustentar a todos los productos del Cavallino Rampante; el primer vehículo en usarla sería el Ferrari California; podríamos ver un nuevo Dino en algunos años.
¿Qué sigue para Ferrari? Quizá se corrobore la salida de Amadeo Felisa, terminando con una era en la casa italiana.