Por José Virgilio Ordaz (@Neckriagen).
Bugatti Veyron, Hennessey Venom GT, Koenigsegg Agera RS… no hay muchos autos de calle que sean capaces de superar la barrera de los 430 kilómetros por hora, pero aunque parecía que el Veyron en su momento era insuperable, lo cierto es que la carrera por la velocidad máxima no se ha detenido.
Claro, lograr esto en un vehículo que a la vez sea capaz de pasar por calles y avenidas con semáforos, topes y baches e ingresar a estacionamientos de múltiples pisos (al menos para estándares del primer mundo) no es sencillo y trae múltiples complicaciones en cada uno de los elementos del auto, no sólo en el motor y la transmisión.
Los neumáticos siempre han estado en la mira, pues incluso no han sido pocas las ocasiones que se ha acusado a las marcas de lograr récords con neumáticos de competencia que no durarían mucho en el pavimento público. De ahí que no es raro que los hiperdeportivos más veloces tengan que echar mano de llantas de desarrollo específico y precio estratosférico.
De hecho, la llantera francesa Michelin ha tenido la misión de surtir a los tres modelos enlistados, así como al Bugatti Chiron, por lo que no es de extrañar que ahora sean ellos quienes anuncian que están desarrollando neumáticos capaces de alcanzar la barrera de los 483 km/h (300 mph).
El neumático no sólo deberá ser capaz de soportar los niveles de presión y temperatura que se alcanzan a esas velocidades, el mayor reto lo representa el que pueda hacerlo repetidas veces. El Chiron, por ejemplo, limita su velocidad precisamente para proteger sus llantas y en el Veyron, tendrán que desembolsar 25,000 dólares por un juego nuevo cada que alcancen la velocidad máxima, además, el servicio para retirar, cambiar y recalibrar las llantas tiene un costo de 70,000 dólares y sólo se puede hacer en Francia, así que sumen los gastos de traslado.
Los nuevos neumáticos en los que trabaja Michelin, además de tener un precio acorde a los hiperdeportivos futuros que los calzaran, deberán de mantener un alto nivel de cuidado al detalle en el ajuste de la alineación e incluso la presión del aire, pues no les gustaría que una llanta comenzara a vibrar, a saltar, e incluso que estallara cuando se acercan al límite sicológico de los 500 km/h.
Falta por saber quién levanta el guante y acepta el reto para llevar dicho neumático a su límite.