Por José Virgilio Ordaz (@Neckriagen).
Fue en diciembre de 2010 que Nissan lanzó el primer auto eléctrico de producción masiva (otros intentos, aparte de artesanales, clasifican más como cuadriciclos) y aunque el mercado lo recibió tibiamente, poco más de seis años y cerca de 250 mil unidades vendidas después sigue vigente.
De hecho, aunque en el segmento generalista apenas hubo un par de reacciones, como su primo, el Renault ZOE, el Chevrolet Bolt o el Hyundai Ioniq, en el estrato Premium comenzó una ebullición tal que, mientras que algunas marcas ofertan únicamente vehículos a electricidad (Tesla), otros han creado divisiones independientes para sus productos de propulsión alternativa (BMW i).
Además, entre 2019 y 2025, casi todos los fabricantes de lujo (Infiniti, Volvo, Mercedes-Benz, Porsche, Audi, Jaguar, Aston Martin) prometen uno o varios autos eléctricos, incluso gamas completas, además que otros generalistas, como Toyota o Volkswagen, prometen unirse a esta ola.
No es gratuito, cuando la mayoría de los países desarrollados y varios en vías de desarrollo –salvo Estados Unidos– han acordado hacer más rígidos los estándares de consumo y emisiones, por lo que, justo cuando el donwsizing está alcanzando su límite crítico e incluso los deportivos están optando por la hibridación, la electrificación es el siguiente paso.
El primer millón de vehículos eléctricos se alcanzó en 2015 y aunque se hayan duplicado en dos años, representan apenas un 0.2% del parque vehicular global. Pero se espera que las medidas adoptadas a nivel mundial para reducir el calentamiento global en 2º centígrados (¿Han sentido calor estos días?) ayuden a que en 2040 sean 600 millones de autos eléctricos en las calles. El 95% de los eléctricos vendidos se concentran en 10 países: China, Estados Unidos, Japón, Canadá, Noruega, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Holanda y Suecia.
Claro, para reducir la huella de carbono, es necesario que la electricidad de obtenga de fuentes limpias, es por ello que iniciativas como el Acuerdo de París abogan por crear un fondo de apoyo de 100,000 millones de dólares para fomentar el uso de fuentes de energía verde en las naciones en desarrollo.