Por Gilberto Samperio (@gilsamperio) Fotos: Carlos Quevedo
La rabiosa variante del Camaro inspirada en la pista, denominada ZL1, confirma el buen quehacer de los ingenieros de la casa del corbatín cuando se les da libertad creativa, debidamente asociada al obligado homenaje del glorioso pasado, por lo menos el que existe en su mercado natal.
Confeccionada sobre la excelente base Alfa del gigante GM (ergo Cadillac ATS), la preparación de esta variante de orientación velocista presume algo más que una estética vistosa y un V8 tan musculoso que hace reconsiderar su manejo a los menos inclinados por el vértigo inducido por tanta energía en las ruedas traseras.
Una de las mejores cartas del Camaro es su estampa agresiva, fiel a su pretensión depredadora. Sin embargo, en la concepción de esta imagen tan dramática en sus líneas –enorme fascia, alerón funcional o salpicaderas ensanchadas–, existe un interesante desarrollo aerodinámico en el primer volumen. Basta asomarse a través de la parrilla para notar que los radiadores están dispuestos para recibir aire de manera consistente y constante.
Una de las curiosidades es que por debajo de la fascia existe un paso de aire que refresca al radiador horizontal, luego pasa al vano motor tras enfriar otro juego de radiadores para después disipar algo de la temperatura ambiente al frente del V8; para evitar una carga aerodinámica de levitación en el primer volumen, el cofre dispone de sendos respiradores que canalizan este aire caliente hacia fuera, lo que incide en una discreta ganancia hacia abajo (downforce) y refresca al mismo tiempo. Este singular arreglo –una especie de extractor–, impide la flotación del primer eje, lo que realmente se agradece cuando se viaja a altas velocidades, uno de los propósitos de existencia de este ZL1.
Claro que este esfuerzo también alcanza los faldones en negro brillante –concebidos para expulsar el caudal de sus bajos– y la trasera, donde un alerón mejor elaborado evita que los flujos de aire eleven al segundo eje. Cierran dos pares de escapes de gran diámetro que prometen mucho. Por cierto, la ronca nota que emiten hace vibrar más allá de la conciencia, excelsitud sonora para el espíritu entusiasta.
Tanto esmero por parte de los ingenieros nos ratifica sus posibilidades velocistas no solamente en recta, sino en circuitos demandantes. En este sentido, los neumáticos Goodyear Eagle F1 Supercar (específicos para el ZL1) también aportan para lograr, según sus creadores, una capacidad de giro superior a 1G (1.02G acorde a la data relevante). De hecho, al rodar por calles un tanto sucias, el polvo se adhiere a ellas cuando ganan temperatura de trabajo. Pegajosas.
Y en el caso de que las cosas tengan que detenerse lo antes posible, el ZL1 exhibe en el primer eje unas enormes pinzas de seis émbolos que controlan los discos flotantes de 390 mm (15.1 pulgadas); una medida en verdad inusual para un coche de origen americano.
Concebido para rodarlo en el autódromo de nuestra preferencia, este Camaro conserva las cuatro plazas del esquema 2+2; sí, la segunda fila es casi simbólica en su acomodo de personas. Y existen buenos acabados en lo general, con exquisiteces como la tela Alcántara en el tablero y vestiduras, muy diferente al sencillo plástico que rodea la palanca de velocidades. Esa dualidad de calidades que únicamente apreciamos en modelos de esta casa norteamericana.
La habitabilidad es justa, solo para el feliz poseedor y un acompañante, ambos de talla generosa pues en los amplios asientos abundan los centímetros para desplegar a lo ancho nuestra humanidad. ¿La crítica? Los sillones no nos ajustan como guante aunque son tremendamente cómodos.
Afortunadamente, la posición frente al volante es muy buena, a pesar de la contorsión necesaria para acomodarnos en el asiento dominante. Eso sí, la visibilidad todavía es restringida hacia los lados y atrás. Pero en la pista sólo importa mirar hacia delante, lo cual no afecta nuestro análisis en nuestra zona revirada preferida.
El tren motor es una joya de la ingeniería estadounidense pues combina la tradición del mítico V8 OHV de gran desplazamiento (6.2 l), auxiliado por el venerado supercargador –justo en medio de la V–, que gracias al pulimento de sus creadores eroga la nada fácil cifra de 650 HP (casi 615 en el dinamómetro; faltó rodaje), administrada por una de las más recientes transmisiones automáticas del mercado, ya que presume 10 velocidades. Para nuestro beneplácito dispone de cuatros modos: Turismo (T), Sport (S), Pista (Tr) y Nieve/hielo (S/I). Si bien el modo Sport es el más divertido y seguro –la caja es proactiva y las protecciones electrónicas están siempre presentes-–, el que más provoca nuestro anhelo entusiasta es el de pista (Tr) pues libera casi al cien por ciento las posibilidades del muy fuerte LT4 (v.g. Corvette Z06).
Además, en este modo, los cambios de relación ocurren de manera tan fulgurante que no da tiempo de pensar. Si recurrimos al modo manual, vía manetas tras volante o mediante la palanca, llegamos tan pronto al corte de inyección que tenemos que actuar instintivamente, volviéndose toda una experiencia angustiante pero rabiosamente encantadora. También podemos dejar que la caja realice toda la inserción de engranajes, dejándonos gozar más la brutal rapidez con que descontamos kilómetros sea cual sea nuestra travesía.
No faltará quien critique el porqué de tantas relaciones, pero en este singular coche sí resultan muy bien aprovechadas. En nuestro arranque desde cero, las primeras seis observan una caída reducida entre cambios –menos de mil rpm–, lo que se traduce en una aceleración tan contundente, que apenas da tiempo de respirar por la exuberancia de torque que nos lanza hacia delante, con tanta ferocidad, que dispara nuestra adrenalina y obliga a concentrarnos en el difícil dominio de semejante poderío, pues cuando engrana la séptima ya estamos por arriba de los 250 km/h. Sencillamente abrumador. Al cubrir la milla, el ZL1 “volaba” por encima de los 270 km/h mientras el cuarto de milla queda por debajo de los 13 segundos. De lujo.
En cuanto a la conducción en vías reviradas, este Camaro acusa exceso de brío en las ruedas motrices, afortunadamente supervisado por un bastidor amable. Si bien la dirección apunta casi perfecta y la suspensión antes dura que firme nos retroalimenta más de lo esperado, el segundo eje tiende a adelantarnos. En el modo Sport, estos devaneos no pasan de una simple insinuación, finos coqueteos de un mayor potencial.
Pero en el modo Pista, la zaga sí pierde la compostura, recuperada con facilidad merced a un control de estabilidad muy pulido, casi perfecto para las cualidades de entretenimiento de este Chevrolet. Ojo: si desconectamos el control de tracción, las cosas pueden ponerse más riesgosas que divertidas, aunque basta un contravolante discreto para retomar el control, gracias a una pérdida relativamente progresiva, sin sorpresas ni latigazos, virtud de un chasís que exuda nobleza. Un comentario: bajo la circunstancia anterior, si pisamos freno y damos el pisotón al acelerador, resulta increíblemente fácil realizar el quemado de goma (un burnout, pues), sin tanta complicación. Muy divertido.
Por una etiqueta que rondará el millón trescientos mil pesos, el ZL1 es solo para verdaderos fanáticos que adoran la brutalidad de aceleración de un verdadero muscle-car pero con los refinamientos y facilidades que otorga un chasis postmoderno y una electrónica tan fácil de calibrar que pareciera adivinar nuestras intenciones lúdicas con sabor a adrenalina.
Sin temor a equivocarnos, hoy por hoy, uno de los mejores coches egoístas del mercado mexicano.
Unidad probada
1,250,000 pesos (a fecha de la publicación)
NOS GUSTA
– Estética agresiva
– Motor exuberante
– Caja perfecta
NOS GUSTARÍA
– Suspensión más amable
– Cancelar asientos traseros
– Mejor visibilidad
Resumen técnico
MOTOR
Tipo/cilindrada: V8, 6.2 l c/supercargador
Potencia máxima: 650 HP a 6,000 rpm
Par máximo: 868 Nm a 4,400 rpm
TRANSMISIÓN
Caja: Automática, diez velocidades
Tracción: Trasera
DIMENSIONES
Peso vacío: 1,789 kg
Tanque de combustible: 72 litros
Largo x ancho x alto: 478 x 189 x 133 cm
Distancia entre ejes: 281 cm
Cajuela: 257 litros
PRUEBAS AUTOMÓVIL(a 2,240 msnm)
0 a 400 metros: 12.81 s
Rebase 80 a 120 km/h: 2.47 s
Frenado de 100 a 0 km/h: 33.2 m
Consumo medio: 7.2 km/l