Contra la tendencia ‘verde’. Frente a toda sensatez. Algunos autos no hacen sentido simplemente porque no les interesa parecer lógicos; algunos solo quieren ver el mundo arder. Y en el Dodge Challenger SRT Hellcat Redeye Widebody y sus 797 caballos, uno se siente jinete del apocalipsis.
Por Héctor Torres Fotos: Carlos Quevedo Edición: José Virgilio Ordaz.
Nos referimos a ese mundo de la industria, claro, donde la vida de un vehículo se mide en diferencias de costos por kilómetro, el disfrute de los viajes por autopista en kilómetros por litro –o rangos de autonomía–, y la calidad de un producto en planos términos pragmatistas.
Dodge Challenger SRT Hellcat Redeye Widebody
Además de un antídoto muy eficaz para los carros grises que abundan en las ciudades, el último Dodge Challenger SRT Hellcat Redeye en llegar a nuestro país es también esto: irreverente. No rinde pleitesía a los ideales de la movilidad eficiente, es un tanto irrespetuoso con los esfuerzos ecologistas de los que conducen Prius, y profana los principios del ahorro en casi cualquier sentido posible.
Más vale viejo por conocido…
Tampoco es un coupé al que las modas le importen demasiado. Tiene ese espíritu de carro viejo con nada por demostrar, quizá porque en buena medida ya lo es. Recordemos que, ajustes más o menos, usa todavía esa plataforma heredada de la época Daimler-Chrysler que, de una manera u otra, data de finales de los noventa (desde el Mercedes-Benz Clase E W210).
Concesiones
¿Calidad de materiales? ¿Acabado? ¿Realmente interesa? Vamos, la cabina cumple con un nivel de comodidad muy decente aun cuando no es una prioridad ser confortable, no se diga lujoso. Y sí, algunos elementos se sienten más baratos de lo que casi dos millones podrían anticipar, pero ¿acaso le incumben los balances de compra a un Dodge Challenger SRT Hellcat Redeye con 800 HP? La relación valor/precio es otro de esos criterios de evaluación que aquí pecan de necios, a menos que por valor se entienda potencia.
Poseído
Al demonio lo lleva literalmente dentro. Su 6.2 supercargado viene directo del diabólico y limitado Demon, incluidas muchas de sus mejoras respecto del bloque de los Hellcat ‘normales’. Bielas y pistones están reforzados, los sistemas de inyección y lubricación robustecidos, y monta un tren de válvulas más rápido. Más impresionantes son estos datos: 14.5 vs. 11.6 psi de presión; 2.7 vs. 2.4 litros, el supercargador y dos bombas de gasolina de doble fase.
Digno de respeto
Pero nada infunde esa sensación de que se está a bordo de un coloso como ponerlo en marcha por primera vez. Si ya encender un Hellcat ‘normal’ impone, el hecho que una vocecita susurre como martillo en la cabeza que se tienen ocho centenas de potencia a merced de nuestro pie derecho, inquieta. Casi como tener a esa conciencia personificada de caricatura sobre el hombro que incita ‘al mal’ desde que nos acomodamos en sus enormes asientos.
Bestial
Uno sabe que ya está medio afectado cuando, sin mucha reflexión de por medio, ya se halla picoteando el acelerador como por instinto. La recompensa con cada travesura es constante: el metálico bramido de su V8 cimbra con notoriedad todo el conjunto (que por cierto, no es precisamente liviano) y hace girar cabezas cual si de conjuro se tratase.
Amenazante
Es una experiencia muy singular en la que tiene mucha parte esa especie de condena de apenas aprovechar toda esa furia latente, en las calles de cualquier ciudad. Cosa que tampoco lo hace menos divertido, pues va implícito el temor de encontrárselo en una esquina bajo un semáforo que está por cambiar a verde, y la mayoría de los autos alrededor lo entienden.
Cuarto de milla
Sucede similar en una autopista abierta donde colgarse al retrovisor ajeno se vuelve deporte, ya que implica usar 1/3 del recorrido del pedal cuando más para que el grueso de los autos que circulan delante activen su direccional derecha. Por sus dimensiones y esa holgura para devorar kilómetros en vertical, este se antoja su mejor escenario. Ello siempre que, claro está, no se visiten los ‘400 metros’ con regularidad, algo difícil de imaginar considerando su origen y enfoque en el cuarto de milla.
Autocontrol
Batallar por tracción todavía en tercera velocidad no es raro en este monstruo. Por eso también echamos de menos el freno de la transmisión que sí está presente en el Demon. No faltan, en cambio, los launch control ni el sistema line lock, con que se las arregla para salir de la línea con cuanta efectividad puede.
Potencia extra
¿Se sienten esos 80 caballos de diferencia? Es difícil establecer un parámetro si se considera que el Dodge Challenger SRT Hellcat Redeye es también un bólido pero nos aventuramos con un ‘sí’ porque la impresión es brutal y los números lo respaldan.
Adictivo
Acelerarlo es, además, una experiencia adictiva, bien apoyada por la entereza de ese bloque que está diseñado para estas excursiones por el inframundo. Los cambios de la caja no son delicados pero tampoco transmiten exabruptos extraordinarios a las dificultades de lidiar con el excesivo torque. Y el ‘whine’ del supercargador es razón suficiente para obligar descolocadas ante la menor provocación.
Frenada
Finalmente, se tienen seis pistones en las pinzas de freno delanteras, y capacitan al sistema para contener las inercias de su inmensa masa con adecuada eficacia. Sí, conviene siempre anticipar ese peso pero las detenciones sobresalen si se toma en cuenta el tonelaje.
Intoxicado
A diferencia de un GT500 y su declarado enfoque a la pista, o de un más sofisticado ZL1, el Dodge Challenger SRT Hellcat Redeye sigue fiel a ese principio de muscle car de antaño, grande y poderoso. Por eso el juego aquí es otro. ¿Practicidad y economía? Maldice todas esas preocupaciones e injuria ante cualquier acusación de demencia con nubes de humo blanco. Es impío como todo lo prohibido, y tan seductor al mismo tiempo justo por eso. ¿Realmente podemos culpar a alguien por tener uno?